HiIvanzu lo tenía claro, algo pasaba, algo que no alcanzaba a comprender, algo que no le querían contar. El cachorro de tigre lo percibía. Es como si en el ambiente se oliera la tristeza. Una sensación de pena, de amargura.
El pequeño tigre iba de un lado a otro agudizando todos sus sentidos para intentar averiguar el motivo de tanto misterio.
- ¿Qué pasa papi? - Le dijo Hilvanzu a aquel tigre grandote y fuerte que era su papá.
- Nada hijo, nada. ¿Qué va a pasar? - le contestó él con los ojos humedecidos por las lágrimas.
- ¿Estás triste como papá? - Insistió el cachorro preguntando ahora a su madre.
- No cariño, nadie está triste – Replicó su mamá con voz quebrada.
-Se que pasa algo, lo noto, lo siento, lo huelo. Pero no me lo queréis decir – Le insistió el cachorro a su mamá.
Entonces su tita, una trigresa dulce y cariñosa a la que todos apreciaban por su belleza de corazón, lo cogió con ternura y se lo llevó a otra habitación.
-Ve conmigo Hilvanzu. Te voy a contar una historia que te ayudará a comprender lo que está pasando hoy a tu alrededor.
- Por fin – Gritó Hilvanzu.
- Los animales, como las personas, tenemos algo que queremos por encima de todo. - Comenzó a explicar la tigresa - Algo a lo que nos aferramos con fuerza. Defendemos con dientes y uñas. Buscamos, por encima de todo, mantenerlo eternamente.
- ¿Qué cosa tita? - Preguntó con muchísima curiosidad el cachorro de tigre.
- La vida – Continúo aquella bella tigresa blanca – La vida es nuestro bien más preciado. Sin embargo, se nos olvida una cosa muy, pero que muy, importante. ¿Sabes qué es?
- No. ¿Qué es? ¿Qué es? - Respondió expectante Hilvanzu.
- Pues que no es de nuestra propiedad, es prestada.- Contestó la tigresa.
- ¿Eso qué quiere decir? - Volvió a preguntar en tono dudoso el trigrecillo.
- Fíjate en la tierra, es muy grande pero no infinita. Si nacieran y nacieran y nacieran seres vivos con su vida para siempre, no cabríamos aquí. No habría espacio en los campos, ni en las selvas ni en las ciudades, ni en los pueblos,… No cabríamos todos. Por eso, hay un acuerdo con la naturaleza. Para que todos podamos disfrutar de las cosas maravillosas que tiene la vida en la tierra, lo hacemos por turnos.
- No entiendo lo que me dices, tita - Insistió con cara enfadada Hilvanzu.
- Pues que el acuerdo al que se ha llegado con la naturaleza es que la vida es prestada. De forma que llega un determinado momento que se la devolvemos para que otros seres vivos tengan la opción de conocer este mundo.- Explicó la tigresa con paciencia.
- Ah, entonces. ¿En algún momento todos tendremos que devolver la vida? - Dijo con los ojos muy abiertos el cachorro.
- Así es. La devolvemos para que todos podamos disfrutar de ella. Es un acto de generosidad. - Continuo la tigresa – Cuando se devuelve la vida, se le llama morir. A los seres que nos rodean la muerte les pone un poco triste. Pensamos en que no podemos verlos más. Nos da nostalgia de las cosas que no podremos volver a hacer… Pero en realidad es hermoso.
- ¿Por qué es hermoso tita? - Preguntó sorprendido Hilvanzu.
- Ya te lo he dicho, es un acto de generosidad. - Concluyó la tita tigresa - Al aceptar devolver la vida, se permite que otros seres puedan disfrutar también. Es un orgullo conocer a familias y amigos que estén dispuestos a realizar una acción tan grande e importante. Hay que estar felices de haber tenido la suerte del tiempo compartido con ellos.
- Ya lo entiendo. - Sonrió el cachorro – Papá, mamá y todos están tristes pero a la vez orgullosos y por eso están así, tan extraños. Ahora lo entiendo.
-Así es Hilvanzu – Afirmó su tita – No volveremos más a ver a la abuela, pero gracias a ella otros cachorros podrán nacer y disfrutar de todo lo bueno y maravillo que nos da la vida. Así pasará con muchos de nuestros seres queridos. Suele costar unos días hacernos a la idea de que no están por aquí pero, gracias a ellos, gracias a su generosidad, la vida en la tierra sigue con todos sus milagros y bellezas.
Hilvanzu ahora se sentía mucho mejor. Entendía que su abuela era un ser tan especial, tan maravillosa, tan fantástica que había devuelto su vida para que podamos seguir viviendo en la tierra.
Desde aquel día cada vez que Hilvanzu veía a un nuevo cachorro juguetear con las flores pensaba en su abuela y en su gran acto de amor.
Autora en Amazon:Rosario Amodeo
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