La
Mariposa Vilma era alegre, dicharachera, risueña y vivaracha. Vestía
de muchos y vivos colores. Le gustaba volar por el prado, disfrutar
del sol, posarse en las flores, gozar de la naturaleza, divertirse
con otros insectos, deleitarse con el sabor de la primavera. Era
feliz al aire libre, volando con
el
viento. Solo había una cosa que la ponía triste, muy, muy triste.
Vilma la mariposa no tenia ojos para ver el prado, ni oídos para escuchar cantar a los pájaros, ni nariz para oler la primavera, ni boca para saborear el néctar de las flores. Vilma era... de plastilina.
Roberto y Ana, junto con otros amigos, habían hecho con plastilina de muchos colores multitud de animales: elefantes, leones, mariposas, caracoles, gatos,.... Pero, cuando hicieron a la mariposa Vilma se les olvidó ponerle la boca y los ojos.
Desde ese día Vilma volaba y volaba buscando impaciente a los niños, pero pasaban los días y las semanas y no había manera de encontrarlos. Hasta que un día...¡Por fin! Allí estaban, sentados en el patio del recreo con otros muchos amigos.
La mariposa Vilma se acercó despacito y se apoyó en el hombro de Ana. La niña se asustó y corrió por el patio chillando. Vilma no sabía como decirle que no le haría daño, que tan solo quería unos ojos y una boca.
Entonces, cuando la mariposa Vilma, afligida y decaída, se posó sobre una dulce y agradable flor, Roberto, dijo:
- Ah, mira, es Vilma. Ana, Ana, se nos ha olvidado ponerle ojos y boca. Trae la plastilina, rápido.
La mariposa Vilma, cuando oyó aquello se puso muy contenta y sonrío satisfecha por dentro.
Los niños moldearon plastilina de dos colores y le hicieron unos ojos negros y una boca naranja.
Vilma veía a los niños, las flores, los árboles, las nubes, el sol, el cielo, los colores bellos de la naturaleza...pero, no sabía que le pasaba, estaba como enfadada, disgustada, como si no pudiera disfrutar de lo que tanto ha bía deseado.
Volando pasó por un pequeño lago con un agua transparente y cristalina y, la mariposa Vilma, presumida, se paró a mirarse. Vaya, mira lo que pasaba, su boca, claro, por eso estaba tan descontenta. Su boca, se la habían hecho triste.
Sin pensárselo dos veces volvió al colegio y buscó a Ana y a Roberto. La mariposa Vilma, les contó que en sus manos estaba que los demás fueran felices, que a veces, para que las personas o animales que les rodeaban estuvieran contentos solo era necesario una gran sonrisa. Los niños, que escucharon atentamente a Vilma, enseguida corrigieron su error.
Ahora sí, ahora estaba contenta por dentro y por fuera. Era una mariposa feliz gracias al cariño con que la trataron Roberto, Ana y sus amiguitos. A veces, pensaron los niños, es muy fácil hacer sonreír.
Cuento perteneciente a Cuentos de animales con valores - Volumen 2
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