miércoles, 11 de noviembre de 2020

Las luces de las estrellas - Fichas de Lectura y Comprensión y Vídeo de Matemáticas

Cuentos con valores- Las luces de las estrellas
Se acercaba la Navidad, en pocos días llegarían las vacaciones. Todos en el colegio hablábamos de los árboles de Navidad, las luces, los Portales de Belén, de los regalos de Papá Noel, de la carta de los Reyes Magos, de las cenas en casa de los abuelos, de los viajes, de las comilonas,...Bueno, todos no, Edu no hablaba de aquellas cosas, sólo escuchaba nuestra algarabía de las festividades, yo diría... que con cierta tristeza.

Pero, nadie parecía darse cuenta o al menos no les importaba. Cada día de esa última semana del trimestre hablábamos de lo mismo, de nuestros excesos de comidas, de dulces, de juguetes…


Por fin, llegó el último día de clase, todos nos despedimos con un fuerte abrazo felices de las dos semanas que íbamos a pasar. Edu, no se despidió de nadie, le busqué con la mirada y le vi en una esquina del patio del recreo cabizbajo.


- Edu, ¿estás bien? - pregunté con un susurro.


- Sí, sí, estoy bien - respondió limpiándose las lágrimas de inmediato.


- ¿No te gusta la Navidad? ¿Estás triste porque estamos de vacaciones? - insinué en tono dudoso.


- Pues... me gusta porque soy un niño con mucha suerte, tengo un papá, una mamá y dos hermanitos que me quieren un montón, y eso...eso es muy importante. Algunas personas no tienen a nadie en estas Fiestas - contestó Edu con una tímida sonrisa.


- Ah, sí, eso es muy importante. ¿Hay niños que no tienen familia? - dije sorprendido, nunca lo había pensado, debe ser muy triste estar solo, pensé.


- Sí, los hay. Mi papá me lo dice todos los días, soy un niño con mucha suerte - insistió Edu.


- Entonces...¿por qué llorabas? - me atreví a preguntarle.


- Bueno a veces se me olvida la suerte que tengo. Cuando me acuerdo que ni mis hermanitos ni yo tendremos ningún regalo, ni tendremos dulces de Navidad, ni cenas especiales, ni podremos ir a casa de los abuelos o los titos...pues me pongo un poco triste. A veces, me olvido de lo afortunado que soy y me gustaría tener todo eso que vosotros tendréis - dijo Edu con serenidad.


- Pues... yo... - tartamudeé.


No sabía que decirle, nunca había pensado que alguien no pudiera vivir las Navidades como las vivía yo, con montones de regalos, de dulces y de despilfarro, creía que así lo hacían todos mis amigos. Y además, Edu sentía que tenía mucha suerte porque al menos no estaba solo. Era una gran lección. No me volvería a quejar nunca más. Me despedí de Edu con un gran abrazo y mi mejores deseos y me fui a mi casa.


Al día siguiente, era Nochebuena, mi casa estaba repleta de gente, abuelos, tíos, primos, amigos, papá, mamá, mis hermanos, todos cantaban, se reían, se felicitaban alrededor del iluminado y enorme nuevo árbol de Navidad. Había una mesa repleta de dulces y chucherías y otra mucho mayor preparada con todo lujo de detalles para una gran comilona. Todo era alegría a mi alrededor, pero yo me sentía fatal.


No podía dejar de pensar en Edu y su familia, para ellos no era Navidad. O al menos no lo que yo conocía por Navidad. Me costaba entender que no todas las familias la vivieran igual que yo.


Cuando mi mamá me vio en un rincón pensativo y apenado vino a ver que me pasaba. Se lo conté y decidimos ir a casa de Edu e invitarles a cenar con nosotros. Cogí la bicicleta y pedaleé tan fuerte como pude hasta su casa. Llegué muy satisfecho, contento, orgulloso y seguro de la ilusión que les iba a hacer.


- Veniros a mi casa a cenar, hay muchos dulces, mucha comida, habrá muchos regalos cuando llegue Papá Noel y hay muchas luces, tenemos un árbol enorme de muchos colores - dije casi sin aliento.


- Te lo agradecemos mucho - dijeron todos a la vez.


- ¿Sabes qué es lo mejor de la Navidad? - dijo la mamá de Edu - Lo mejor de la Navidad es que las personas tomamos conciencia de lo dichosos que somos con lo que tenemos cada día.


La miré sorprendido y esperé a que terminara de hablar.


- Nosotros comemos todos los días, tenemos un precioso regalo que es la familia, los amigos y la propia vida y...¿sabes qué?... las luces..., ¿sabes cuáles son las mejores?... La de las estrellas, fíjate que son tantas que ilumina todo el firmamento. No es necesario para ser feliz tener un gran árbol con muchos colores o una mesa repleta de chuches o muchos juguetes.


Tenía razón, nunca me había parado a pensar el tiempo que dedicamos a desear otras cosas en lugar de disfrutar de lo mucho que tenemos. Aprovechar cada momento, disfrutar de la familia y los amigos, gozar intensamente de las maravillas de la naturaleza,... 


Aquellas Navidades, serían las mejores de mi vida.


Y para divertirse un poco con la mente, juguemos en este vídeo con las matemáticas.






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