martes, 15 de enero de 2019

Las botas de noche - Fichas de Lectura y Comprensión y Vídeo Lectura Comprensiva.


Las botas de noche y Vídeo y Fichas de Lectura y Comprensión
Nosotros tan sólo eramos un par de calcetines. Unos calcetines rosas, suaves, gruesos y calentitos. Unos calcetines de invierno, de esos como los que tú tienes. Nadie nos daba mucha importancia, pasábamos desapercibidos la mayor parte del tiempo.
No sabíamos como podíamos llamar la atención, a veces nos dabamos la vuelta para enseñar nuestras costuras, otras nos quedabamos muy mojados cuando salíamos de la lavadora y en alguna ocasión, incluso, mi hermano, el calcetín del pie izquierdo, se escondía. Pero...nada de eso servía para nada, siempre había alguien que nos ponía del derecho, que nos secaba y que encontraba a mi hermano sin darnos más importancia.

Estábamos hartos de todo esto, queríamos otra cosa, queríamos, queríamos...no sé muy bien lo que queríamos. Hasta aquel día, aquel día en que todo cambió.

Yo estaba apoyado en el respaldar de una silla y observaba el trasiego de gente, de platos, de vasos y cubiertos que había en la casa. Por lo que decían era Navidad. Todos parecían muy contentos, se saludaban y estaban muy elegantes.

Me distraje mirando la ropa de todas las personas que estaban entrando y, de pronto, las vi. Eran altas, morenas, con un precioso pelo y unos maravillosos broches de brillos. Eran sensacionales, simplemente perfectas.

Así quería ser yo. No quería ser un calcetín rosa y calentito, quería ser unas elegantes botas rosas. Me sentía satisfecho, feliz y encantado de lo que acababa de decidir. Me convertiría en unas distinguidas botas altas y lo haría ya.

Me bajé del respaldo de la silla y busqué brillos, cordones y tapas de zapatos por toda la casa, fue un trabajo duro y laborioso pero me merecía la pena. Estaba entusiasmado con mi idea, esperanzado de que nuestra vida iba a cambiar en pocos minutos, cuando pasara de ser unos calcetines a unas preciosas botas de vestir.

Cuando ya tenía todo los materiales necesarios, me subí al sofá para cambiar nuestro aspecto y, entonces, empezaron las complicaciones. Me di cuenta, por ejemplo, que no podía pegar los brillos porque no tenía manos o que no me quedaba rígido como eran las botas.

En ese momento empezó a apoderarse de mi la frustración. ¿Que qué es eso? Pues seguro, seguro que a ti también te ha pasado alguna vez. Me sentía enfadado, triste, rabioso, irritado. No soporto que no me salga algo, no tolero no conseguir lo que quiero y, sobre todo, no me gusta nada, pero que nada, tener que esperar...

Pues esa noche, cuando me di cuenta que no podía ser, que no podía ser las botas que yo quería, empecé a gritar, a llorar, a patalear... Todas las personas de la habitación se dieron la vuelta a mirarme. Estaba dando un espectáculo espantoso. 

Después de un buen rato, poco a poco, me fui calmando y dejé de chillar, ya convencido, de que eso no me estaba llevando a ninguna parte.

Empecé a pensar que por mucho que alzara la voz, tirase las cosas o patease, mi problema no se solucionaría. Cuando me relajé, alguien se acercó a mi y me dijo:

- ¿Qué te pasa? ¿Tan grave es para ponerte de esa forma? ¿No te das cuenta que así no solucionas el problema sino que te irritas, te sofocas y además no consigues que nadie te ayude?

Yo había dejado de berrear pero seguía enfadado, muy enfadado y no me apetecía escuchar a nadie diciéndome lo que tenía o no tenía que hacer, pero aquella persona siguió hablando sin importarle mis sentimientos.

- Cuando tienes un problema, si no puedes solucionarlo tú solo, se puede pedir ayuda, se puede expresar lo que sientes, se puede explicar por qué estás enfadado, pero alterándote no consigues nada - continuó diciéndome - ¿Qué es lo que te pasaba?

- Quiero ser unas botas altas, unas elegantes botas rosas y no unos calcetines, y lo quiero ahora mismo - contesté.

Me miró con una sonrisa cálida y tranquilizadora y me explicó algo que no olvidaré en mi vida. Primero me dijo que no hay que ser diferente de lo que uno es, que hay que ver cuáles son las virtudes, las cosas buenas que uno tiene y potenciarlas.

- ¿Sabes qué los calcetines son muy importantes para los pies? Sin ellos no se podrían poner las botas encima - me dijo.

Segundo me hizo entender que las soluciones a los problemas no siempre son inmediatas, que a veces se tarda algo de tiempo, que en otras ocasiones hace falta pedir ayuda y que algunos asuntos, ni siquiera, se pueden resolver pero, que en cualquiera de los casos, siempre la respuesta, el apoyo y el remedio se encuentra expresando con palabras las emociones, los sentimientos y las necesidades.

- ¿Tu sabes ponerle nombre a eso que has sentido, eso que ha hecho que te pongas como una fiera? - me preguntó.

Yo negué con la cabeza.

- Frustración, ese es el nombre del sentimiento que has vivido.

Entonces, mi nuevo amigo, me cogió en brazos, me colocó en los pies de una niña, metió por dentro su pijama y me dijo:

- Ya está, ya eres unas botas, unas botas de noche, unas botas de dormir.

Me sentía feliz, satisfecho de la solución y con la seguridad de que nunca más me comportaría así cuando sintiera frustración.


Si quieres asegurarte de haber entendido el cuento puedes divertirte con este vídeo y contestar las preguntas.







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