Glora
era una gatita blanca, peluda, mimosa y tranquila. Tenía
un papá y una mamá que la adoraban, amigos geniales que la
respetaban y todos los mimos que necesitaba. Los
niños la querían acariciar y coger
constantemente
y ella, encantada con tanta atención, se dejaba hacer todo tipo de
arrumacos y carantoñas.
Vivía en una bonita casa de campo, rodeada de flores, de árboles, de riachuelos y colores maravillosos. Un lugar especial lleno de luz.
Glora no podía pedir más. Tenía un hogar, mucha gente que la quería, una cama blandita para dormir, toda la comida que le entraba en el estómago y sus juguetes favoritos.