Arturo era un elefante pequeño y endeblucho. Era el más flojo de los elefantes. Era enclenque y frágil. No podía saltar porque tropezaba, no podía correr porque se cansaba, no podía jugar porque se fatigaba...Por eso, el elefante Arturo prefería estar solo y aburrido.
Un día, cuando estaba sentado en la puerta de su casa, suspirando con tristeza sin parar, se acercó su mamá y le dijo: